La observación de las aves suele requerir paciencia, buen ojo y, a veces, el momento justo. Mi visita de hoy al Embalse del Fresnillo en la Sierra de Grazalema, Cádiz, fue un ejemplo perfecto de este delicado equilibrio. Aunque no llegué tan temprano como esperaba, el día resultó ser gratificante y lleno de encuentros extraordinarios.


Un comienzo tardío en el calor
Mi llegada al Embalse del Fresnillo se produjo más tarde de lo previsto y el día ya había empezado a calentarse considerablemente. El calor del verano en la Sierra de Grazalema puede ser intenso y, cuando me puse en camino, las temperaturas ya estaban subiendo. A pesar del calor, el atractivo de las aves y la belleza del entorno hicieron que mereciera la pena soportar las temperaturas en ascenso.

En una visita anterior, había escuchado los cantos de varias especies interesantes, pero solo había visto unas pocas. Esta vez, decidí ser más paciente y esa paciencia se vio recompensada rápidamente.

Pico picapinos: una recompensa a la paciencia
El momento más destacado del día fue, sin duda, mi encuentro con dos picos picapinos. Estas llamativas aves, con su característico plumaje negro, blanco y rojo, siempre son un placer para la vista. Mientras me desplazaba tranquilamente por las zonas boscosas cercanas al embalse, vi a estos pájaros carpinteros muy ocupados, tamborileando sobre los troncos de los árboles en busca de insectos.

Su picoteo rítmico resonó entre los árboles, creando una sinfonía natural que no había escuchado en mi visita anterior. Además, esta vez no solo pude escucharlos, sino también observarlos durante bastante tiempo. Sus movimientos enérgicos y el destello rojo vibrante de ambos machos crearon un momento inolvidable, lo que demuestra que la paciencia en la observación de aves a menudo conduce a las experiencias más gratificantes.
Las hembras carecen de la mancha roja en la cabeza. En la imagen de abajo se pueden ver dos machos, el de la izquierda es un ejemplar juvenil con una mancha roja en la parte superior de la cabeza, mientras que el ave de la derecha es un adulto, con la nuca roja.

También escuché un tercer pájaro carpintero. Bien podría haber sido la hembra, pero lamentablemente no pude verla.

Capturando a los esquivos pájaros cantores
Aunque los pájaros carpinteros se llevaron todo el protagonismo, los pequeños pájaros cantores que volaban entre los árboles también cautivaron mi atención. El Embalse del Fresnillo es el hogar de una variedad de estos pequeños y a menudo esquivos pájaros, y en este viaje tuve la suerte de fotografiar a varios de ellos. Sus delicados cantos llenaban el aire, proporcionando un melodioso telón de fondo a la agreste belleza de la Sierra de Grazalema. Fotografiar a estos pequeños pájaros es siempre un desafío, ya que se mueven rápidamente y se mimetizan a la perfección con su entorno.


Pero con paciencia y un poco de suerte, logré capturar algunas preciosas imágenes. Fue solo la segunda vez que pude fotografiar al trepador azul. El ave que capté con la cámara estaba ocupada almacenando comida, un comportamiento que también es típico de los arrendajos. Hablando de arrendajos, escuché y vi uno, pero la foto que tomé no tenía la calidad suficiente para publicarla aquí.






El impresionante paisaje de la Sierra de Grazalema
Pajarear en Cádiz no se limita únicamente a las aves, sino también a los impresionantes paisajes que enmarcan estos encuentros con ellas. La vista de las aguas cristalinas del embalse con las escarpadas montañas de la Sierra de Grazalema como telón de fondo fue absolutamente impresionante. La quietud del agua reflejaba el cielo y los picos circundantes, creando una atmósfera serena, casi surrealista. Esta pintoresca escena contrastaba perfectamente con la vibrante actividad de las aves, recordándome la naturaleza pacífica y dinámica de esta región.




Buitres leonados: grandeza alada sobre los valles
A medida que avanzaba la mañana, comencé a observar una gran cantidad de buitres leonados volando en círculos en lo alto del cielo. Estas magníficas aves son comunes en la Sierra de Grazalema, pero su presencia nunca deja de sorprender. Algunos volaban a baja altura, lo que permitió ver con claridad sus enormes alas, mientras que otros descendían con gracia sobre un saliente rocoso en uno de los valles cercanos.

Observar a estos buitres planear sin esfuerzo sobre el fondo montañoso fue un espectáculo increíble que puso de relieve la naturaleza salvaje e indómita de esta región. Su presencia añadió un contraste dramático con los pájaros cantores más pequeños que había visto antes, lo que subrayó la diversidad de aves que se pueden encontrar en esta parte de Cádiz.

La migración de verano: un espectáculo de abejarucos
Justo cuando el calor empezaba a hacer difícil quedarme mucho más tiempo, fui testigo de otro espectáculo: la migración estival de los abejarucos. Más de un centenar de estas coloridas aves volaban hacia el sur, de regreso a África después de su época de cría en Europa.

Volaban en grupos de 20 a 30 aves, y su vibrante plumaje verde, azul, amarillo y marrón resaltaba contra el cielo despejado. Observar a estas elegantes aves mientras surcaban el cielo fue otro de los momentos destacados del día, ya que captó la esencia de la migración estival en Cádiz.

Había esperado secretamente ver algunas especies más raras en su viaje migratorio, pero la temporada apenas ha comenzado.


Σχόλια