Un día completo de birding en el Brazo del Este
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Actualizado: hace 17 horas
El Brazo del Este tiene la capacidad de sorprender incluso antes de empezar a explorarlo de verdad. Situado justo al otro lado de la frontera con Cádiz, ya dentro de la provincia de Sevilla, es un antiguo brazo del río Guadalquivir que quedó aislado del cauce principal hace décadas. Lo que queda hoy es un gran sistema de humedales formado por canales, lagunas someras, arrozales y carrizales que se extienden sobre un paisaje completamente llano.

Ocupa más de un millar de hectáreas y desde hace años es considerado uno de los lugares más interesantes para la observación de aves en Andalucía. Parte de su atractivo está en la mezcla entre elementos naturales y artificiales: meandros abandonados, canales de riego, campos agrícolas y zonas de marisma restaurada conviven formando un mosaico de hábitats que atrae una enorme cantidad de aves durante todo el año.

Para cualquier aficionado a las aves, el lugar es accesible y enormemente gratificante. La pista principal es amplia, fácil de recorrer y lo bastante larga como para mantenerte ocupado durante todo el día. Incluso una parada rápida puede convertirse en horas de observación. Como los niveles de agua dependen de la estación y de la gestión de los arrozales, diferentes zonas del paraje pueden cambiar por completo de un mes a otro. Lo que nunca cambia es la diversidad—y la cantidad—de aves. Es el tipo de sitio donde bajas la ventanilla y enseguida sabes que la jornada será larga y entretenida.

Esta vez, esa sensación se confirmó desde el primer minuto. Nada más llegar ya había contado cerca de una docena de especies sin moverme del mismo punto: varias águilas calzadas planeando arriba, cormoranes secándose en las estructuras de riego, mosquiteros comunes moviéndose rápidamente entre la vegetación baja, garzas reales inmóviles en las zonas someras. Cualquier dirección que mirara ofrecía movimiento o sonido. Era evidente que me esperaba un día intenso.






A medida que avanzaba por la pista, la sucesión de lagunas, canales y zonas encharcadas ofrecía una infinidad de oportunidades fotográficas. Una de las grandes ventajas del Brazo del Este es la cercanía de todo a la carretera. Muchas aves se alimentan a muy pocos metros, sin inmutarse mucho por el paso de los coches, lo que permite observaciones muy detalladas solo con prismáticos. Un telescopio puede ser útil cuando los pájaros se internan entre los carrizos o cuando se quiere revisar las zonas más lejanas, pero la mayor parte del tiempo los prismáticos son más que suficientes.









Una de las cosas que más me impresionó fue la enorme cantidad de aves presentes. Rara vez veo densidades tan altas, incluso en otros lugares muy conocidos. Grandes bandos de gorriones morunos se movían sin parar entre los campos, formando un telón de fondo constante. Sobre ellos, el cielo se llenaba una y otra vez con miles de moritos. Su movimiento colectivo formaba nubes vivas que cambiaban de forma a cada segundo, a veces mezcladas con garcillas bueyeras o garcetas comunes.


Ver cómo se unían, se separaban y se reorganizaban era hipnótico. Escenas así suelen asociarse a Doñana o La Janda, pero el Brazo del Este no se queda atrás, y en algunos momentos, lo iguala o incluso lo supera.



Igualmente llamativa fue la cantidad de cigüeñuelas. Es una especie habitual para cualquier persona que frecuenta humedales, pero ver cientas juntas cambia por completo la percepción. Sus reclamos agudos se escuchaban por encima del agua mientras se movían en grupos dispersos, con sus largas patas reflejándose en la superficie. No recuerdo otra ocasión en la que haya visto tantas reunidas en un solo lugar.


Las rapaces también estaban muy activas. Los aguiluchos laguneros patrullaban constantemente, volando bajos sobre los carrizos y provocando estampidas repentinas entre los grupos de aves acuáticas. Conté alrededor de una docena de ellos en toda la zona. Su presencia añadía una ligera tensión al paisaje: cada vez que uno bajaba un poco, una ola de aves salía disparada antes de volver a posarse más lejos.









Uno de los momentos más inesperados del día ocurrió mientras fotografiaba el paisaje. Un sonido profundo, casi un rugido, resonó sobre la marisma; durante unos segundos pensé que podía ser un avión. Pero en lugar de eso, apareció un grupo de unos cuarenta moritos en un picado rapidísimo, produciendo un zumbido extraño con las alas. El sonido era crudo y salvaje, totalmente distinto al que producen otras bandadas. Descendieron en perfecta coordinación hacia una laguna y se abrieron justo antes de tocar el agua. Duró apenas unos segundos, pero fue uno de esos momentos que se quedan grabados.



Aunque estamos a finales de otoño, el día fue sorprendentemente suave, casi primaveral. Temperaturas agradables, poco viento y un cielo claro que hacía que las horas pasaran muy rápido. La visibilidad era excelente: incluso desde este paisaje tan plano, pude ver con claridad las montañas de Grazalema, a unos cincuenta kilómetros. Su silueta me recordó mi subida al pico El Torreón, el pico más alto de la provincia de Cádiz. Ver esas montañas desde la marisma creaba un contraste bonito—un paisaje horizontal y tranquilo frente a otro escarpado y dominante.

Cuanto más tiempo pasaba, más difícil era imaginar marcharme. El Brazo del Este es uno de esos lugares donde el tiempo se acelera. Crees que llevas allí una hora y de pronto han pasado tres. Varias veces bajé del coche simplemente para escuchar el murmullo de las aves y observar cómo cambiaban de forma las bandadas en el cielo. Es fácil entender por qué muchos aficionados traen comida, agua y se quedan aquí todo el día. Siempre está ocurriendo algo en algún punto del humedal.





En total estuve más de siete horas recorriendo, fotografiando y observando. La única razón por la que decidí volver fue la puesta del sol.


La luz dorada iluminaba los carrizos y los últimos grupos de moritos que se dirigían al dormidero, creando un final tranquilo para un día lleno de actividad. Al marcharme, tuve el mismo pensamiento que muchos tienen tras visitar el Brazo del Este: volveré pronto.




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