Las aves en los humedales recuperados cerca de Doñana
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Entre Trebujena y Sanlúcar de Barrameda hay una zona que ha cambiado por completo en muy poco tiempo. Frente a la conocida finca de Veta La Palma y justo al borde del Parque Natural de Doñana y la Zona de Especial Conservación (ZEC) del Bajo Guadalquivir, este espacio formaba parte de un humedal muy degradado, con mucho por recuperar. Hace no tanto, varios intentos de drenarlo para la agricultura fracasaron, dejando un paisaje dañado y salinizado. Pero todo eso empezó a cambiar con un ambicioso proyecto de restauración que se completó en 2024, financiado por el programa de Inversión Territorial Integrada (ITI) de Cádiz. Hoy, 260 hectáreas de marisma se han transformado en un mosaico vivo de lagunas, islas y canales.







Gracias a la reintroducción de un sistema hídrico bien gestionado —que mezcla el agua de lluvia con el aporte salino del Guadalquivir—, este rincón que antes parecía perdido ha vuelto a la vida. Hoy en día alberga una variedad de humedales que, con el tiempo, podrían estar a la altura de los mejores sitios para observar aves en el sur de España. La restauración va más allá de las aves: también ayuda a controlar inundaciones, mejorar la resistencia al cambio climático y dar un impulso al desarrollo local. Pero para quienes ven el mundo con prismáticos, lo más emocionante es, sin duda, ver cómo regresa poco a poco la vida alada.















He regresado a este lugar en diferentes estaciones durante el último año para ver cómo evoluciona y para observar los cambios en la actividad de las aves. Mi primera visita fue en pleno verano, cuando gran parte de la zona aún estaba en estado salvaje e inacabado. Regresé en la época más fría del año y, más recientemente, durante una estación más cálida. Cada visita me ofreció nuevos descubrimientos y contrastes estacionales. Es evidente que las aves también están descubriendo la zona poco a poco.





Recuerdo haber visto grullas comunes descansando en uno de los campos circundantes hace años, durante su migración; entonces, una extensión de tierra completamente árida y sin apenas atractivo ecológico. Al volver allí hace poco, me costaba creer que fuera el mismo lugar. Ahora, la diversidad de agua y hábitat reintroducida sugiere un futuro prometedor. Si bien la población de aves aún no es abrumadora, sin duda está aumentando, y ya se puede compilar una lista considerable de especies.




Durante mis visitas, he visto una gran variedad de aves: limícolas que exploran con cuidado los bordes fangosos de las lagunas, patos nadando por las zonas más abiertas, rapaces que vigilan el terreno desde el aire y estallidos de cantos entre los juncos. También han aparecido algunas especies raras, lo que muestra el gran futuro que tiene este lugar a medida que más aves migratorias y reproductoras lo descubren.





A pesar de la creciente actividad aviar, es probable que los visitantes humanos sigan siendo una especie rara aquí. Francamente, la zona es brutal para el observador de aves ocasional. Algo que siempre fue igual en todas mis visitas, sin importar la época del año, fue la cantidad increíble de insectos que pican. Los mosquitos y tábanos te atacan en grupos, y parece que ni una buena cantidad de repelente los asusta. En cada ocasión, he salido del lugar con los brazos y las piernas llenos de picaduras. Es el tipo de lugar que exige compromiso, resistencia y quizás incluso un toque de masoquismo para disfrutarlo plenamente.



Hay algunas plataformas de observación de madera y senderos señalizados, pero no hay sombra, lo que dificulta las estancias largas, especialmente en los meses más cálidos. Pero para quienes estén dispuestos a enfrentarse a los elementos (y a las hordas de insectos), la recompensa ya es notable. Y el futuro podría ser aún más prometedor. No puedo evitar comparar este lugar con las Marismas de Cetina, que se han convertido en un punto de interés con los años. Esta sección restaurada cerca de Trebujena tiene un potencial similar. Con el tiempo, las aves irán descubriendo el lugar y su número seguramente crecerá.




Es una sensación curiosa ver un lugar en las primeras fases de su recuperación ecológica. Todavía se siente un poco áspero, sin las comodidades o facilidades habituales. Pero eso es parte de su encanto. No está refinado, ni pretende estarlo. Aquí, la naturaleza tiene espacio para volver, y aunque cueste un esfuerzo, vale la pena verlo.







Si eres un aficionado a la observación de aves en busca de nuevas aventuras, y no te importa recibir alguna picadura o sufrir algún contratiempo, mantén este lugar en tu radar. Aún no está listo para ofrecer una experiencia de avistamiento fácil, pero ya regala momentos inolvidables. Y quién sabe, quizás dentro de unos años, este humedal restaurado se convierta en uno de los mejores lugares para observar aves de la región.
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