Limes Platalea: el salto invisible de las espátulas
- 2 nov
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Entrevista con Paco Hortas y Javier Ruiz, fundadores del proyecto que reveló una de las migraciones más sorprendentes entre Europa y África.

Un descubrimiento nacido en la costa gaditana
En las playas del Atlántico andaluz, entre turistas y sombrillas, se desarrolla cada verano un fenómeno natural de una belleza y magnitud extraordinarias. Miles de espátulas euroasiáticas (Platalea leucorodia) cruzan el mar rumbo a África siguiendo un corredor migratorio desconocido hasta hace poco. El hallazgo se lo debemos a Paco Hortas y Javier Ruiz, dos naturalistas gaditanos que en 2011 fundaron el Proyecto Limes Platalea —nombre que hace referencia al “camino vigilado por patrullas” y al género de la espátula, en latín— con el propósito de estudiar y documentar esta ruta migratoria. Es un proyecto adscrito a la Sociedad Gaditana de Historia Natural.

“Todo comenzó por pura curiosidad”, recuerda Paco. “En 2011, María José Morales, la esposa de Javier, empezó a ver espátulas en la playa de La Barrosa. Al principio Javier no le dió importancia, pero pronto se dio cuenta de que no era algo puntual: algunos días pasaban cerca de mil aves.” Esa observación casual fue el punto de partida de un proyecto que cambiaría la comprensión de la migración de esta especie en Europa.
El misterio del paso
Hasta ese momento, se asumía que las espátulas cruzaban hacia África de noche o por el Estrecho de Gibraltar, como la mayoría de aves migratorias. Pero algo no cuadraba. “Nos dimos cuenta de que había espátulas en Doñana y también en África, pero nadie sabía por dónde pasaban”, explica Javier. “Era un vacío de conocimiento en una provincia con tanta tradición ornitológica.”
Los dos decidieron comprobarlo montando el proyecto Limes Platalea. En coordinación con la Fundación Migres y el Colectivo Ornitológico Cigüeña Negra, establecieron una red de observación desde Cádiz hasta el Estrecho. “Teníamos por parte de este proyecto, cuatro observatorios: Torre Bermeja, Torre del Puerco, Cabo Roche y Cabo Trafalgar”, detalla Paco. “Queríamos saber si aquel paso era real o fruto del azar.”

1. Torre Bermeja - 2. Torre del Puerco - 3. Cabo Roche - 4. Cabo Trafalgar
Pronto los datos fueron concluyentes. Las espátulas no cruzaban por Tarifa, sino más al norte, en un corredor costero entre el Castillo de Sancti-Petri y a medio camino hacia el Cabo de Trafalgar, influido por el viento y las mareas. “Había días en los que pasaban miles”, dice Javier. “Y entendimos que estábamos ante una de las últimas grandes migraciones visibles entre Europa y África.”
Una migración atlántica
A diferencia de las rapaces, que necesitan corrientes térmicas para planear, la espátula es un ave versátil: puede batir las alas o planear según convenga. “Es un todoterreno”, resume Javier. “Puede hacer saltos de 60 kilómetros hasta alcanzar la costa africana, aprovechando los vientos laterales.”

Esta capacidad explica por qué no cruza por el Estrecho. “La ruta más directa para ellas no es Tarifa”, aclara Javier. “Siguen un eje norte-sur perfectamente alineado con los humedales atlánticos de Marruecos. Es una migración netamente atlántica, no mediterránea.”

El descubrimiento redefinió lo que se sabía sobre la especie. “Durante años se pensó que las espátulas migraban de noche o que cruzaban desde Portugal. Nadie miraba aquí”, añade Paco. “Y sin embargo, en plena playa de Chiclana, delante de miles de bañistas, tenía lugar el salto a África.”

El renacer de una especie
La espátula común estuvo al borde de la extinción en Europa a mediados del siglo XX, con apenas unas 300 parejas reproductoras. “Hoy es una historia de éxito”, afirma Paco. “La especie se ha recuperado y se ha expandido hacia el norte del continente. Ya crían incluso en el Reino Unido.”
Javier añade un dato curioso: “El nombre tradicional era averramia, porque criaban en árboles. El término ‘espátula’ se popularizó en el siglo XIX, cuando un naturalista español describió la espátula rosada en Sudamérica y el nombre se aplicó también aquí.”

La recuperación de la especie se debe a varios factores: la protección de humedales, la prohibición de la caza y una estrategia reproductiva más diversificada. “Antes criaban en grandes colonias concentradas en Doñana; ahora hay muchas pequeñas colonias por toda la península, incluso en Gredos o Zamora”, explica Javier. “Eso las hace más resistentes.”
Una migración imprevisible
Cada año, entre finales de julio y mediados de noviembre, la costa gaditana se convierte en escenario de un flujo constante de bandos blancos. “Hay días con más de mil espátulas cruzando en pocas horas”, cuenta Paco. “El primer año del proyecto contamos unas diez mil. Hoy registramos más de veinte mil.”

Pero las espátulas son imprevisibles. “A veces no pasan cuando las condiciones parecen perfectas, y de repente, en un día horrible, aparecen cientos”, ríe Paco. “Depende de los vientos, de las lluvias, de la reproducción en Europa… siempre te sorprenden.”
El equipo también descubrió un fenómeno fascinante: los retornos. “Cuando las condiciones en el mar son adversas, los bandos abortan el salto y regresan a la Bahía de Cádiz”, explica Paco. “Esperan a que mejoren los vientos antes de volver a intentarlo.”

Hasta ahora no se ha encontrado ni una sola espátula ahogada, algo que sí ocurre con otras aves migratorias. “Tienen una capacidad increíble para decidir y corregir su rumbo.”
El papel del viento y la inteligencia colectiva
Las espátulas planifican su cruce en función del viento. “Cuando sopla levante fuerte, saltan antes, buscando el ángulo correcto para aprovechar la corriente lateral”, señala Javier. “Es como navegar a vela.”

Esa destreza se combina con un comportamiento social complejo. “Los jóvenes migran junto a los adultos, aprenden la ruta de ellos”, explica Javier. “Hay una cultura migratoria que se transmite de generación en generación.”
El equipo estudia incluso cómo se organizan los bandos y quién lidera el vuelo. “Queremos entender si hay jerarquías, cómo se comunican y qué factores ambientales determinan el éxito del cruce”, añade Javier. “Aún queda mucho por descubrir.”
Ciencia y ciudadanía
Aunque el Proyecto Limes Platalea nació como una iniciativa científica, su impacto social ha sido enorme. “Desde el principio tuvimos claro que esto debía llegar a la gente”, dice Javier. “Queremos que los ciudadanos tomen conciencia de que viven en la naturaleza, no contra ella.”
El proyecto cuenta con 80 a 90 voluntarios cada temporada. Algunos participan casi a diario; otros, solo unos días al mes. “Adaptamos los turnos al tiempo libre de cada uno”, explica Paco.“ Y lo bonito es que se ha creado una red de amistad. Muchos se conocieron aquí y siguen viniendo año tras año.”

Durante los primeros años, la tarea era titánica. “Llegábamos a hacer turnos de doce horas, de ocho de la mañana a ocho de la tarde, con viento de levante brutal”, recuerda Paco. “Pero incluso en los días más duros, ver un solo bando hacía que todo mereciera la pena.”
Del dato al asombro
Con el tiempo, los fundadores del proyecto han aprendido a combinar la ciencia con la emoción. “Contamos aves con rigor, pero no dejamos de maravillarnos”, dice Javier. “Cuando un bando enorme de espátulas pasa sobre el mar, es un espectáculo conmovedor.”
El proyecto también ha permitido recopilar información valiosa sobre el efecto del cambio climático. “Las espátulas están retrasando su migración y cada vez más individuos pasan el invierno en Europa”, explica Paco. “Aquí en Cádiz somos como los aduaneros de la especie: contamos físicamente cuántas cruzan y podemos saber si la población aumenta o disminuye.”
Una ventana a la naturaleza
Más allá de la ciencia, Limes Platalea ha transformado la relación de la gente con la playa. “Lo singular es que este fenómeno ocurre ante los ojos de miles de turistas que no se lo esperan”, comenta Javier. “Mientras otros buscan sol y arena, aquí puedes ver una de las migraciones más bellas de Europa.”

Esa visibilidad ha despertado interés y orgullo local. “El Ayuntamiento de Chiclana nos ha ayudado colocando carteles informativos, hemos implicado además del ayuntamiento al Cuartel del Mar (que también nos brinda su azotea como observatorio), para hacer una veleta con espátulas que además nos sirve para estar orientados y también una rotonda”, cuenta Paco. “Ahora mucha gente reconoce a las espátulas y explica a los visitantes qué están viendo. Eso es maravilloso.”

El proyecto también ha atraído a observadores internacionales. “Ornitólogos holandeses vienen expresamente para verlas cruzar”, dice Javier. “Para ellos, ver una espátula migrando aquí, a baja altura sobre el mar, es algo único. En ningún otro lugar de Europa se observa así.”
El legado de una pasión
En sus trece años de trabajo, el Proyecto Limes Platalea ha contado más de un cuarto de millón de espátulas. Pero más allá de las cifras, ha generado conocimiento, vínculos y admiración. “Hemos visto de todo: bandos al amanecer, vuelos rozando el agua, formaciones que cambian con el viento”, recuerda Paco. “Cada día sigue siendo emocionante.”

El equipo planea seguir ampliando sus estudios con nuevas tecnologías, como drones que permitan observar la estructura de los bandos desde el aire. “Nos queda mucho por aprender”, dice Javier. “Cada respuesta abre nuevas preguntas.”
Un espectáculo frente al mar
El paso de las espátulas por la costa de Cádiz es uno de esos fenómenos naturales que reconcilian la ciencia con la emoción. Como resumen los fundadores del proyecto, “para ver linces hay que ir a Andújar, para ver osos al norte, y para ver espátulas migrando hay que venir a la Barrosa, a la playa, con los pies en la arena.”

Cuando las condiciones son favorables y el cielo se llena de alas blancas, cualquiera que mire al horizonte puede ser testigo de ese momento en que Europa y África se tocan. Y como dicen Paco y Javier, “quien no ha visto a las espátulas volar sobre La Barrosa… no las ha visto de verdad.”




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