Una mañana calurosa en el embalse de Bornos
- 12 ago
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Hoy fue oficialmente el día más caluroso del año en el sur de España, con temperaturas muy por encima de los 40 grados. Con eso en mente, sabía que la excursión de observación de aves al embalse de Bornos tenía que iniciarse temprano y finalizar sin alargarla demasiado. Ya a media mañana, el sol ardía con todo su rigor, y a las 11 el calor hacía casi insoportable seguir caminando. Pero en esas breves horas de la mañana, antes de que el calor llegara con toda su intensidad, el embalse aún me ofrecía una rica variedad de vistas y sonidos.




Lo primero que me impactó fue la enorme cantidad de agua que aún había. En medio de una agobiente ola de calor, había esperado peores condiciones. En cambio, el embalse aún parecía rebosante de vida. Comparado con mi viaje de observación de aves a Bornos en el invierno del año pasado, cuando apenas había agua y el terreno parecía desolado, hoy me sentí como en otro mundo.



Poco después de llegar, me topé con una gran bandada de grajillas que descendía sobre los arbustos. Dos horas más tarde volví a encontrármelas, esta vez en un grupo aún mayor, de al menos 600 aves, moviéndose como una nube en constante cambio.

Las garzas reales estaban presentes en buen número, dejando oír sus llamadas roncas que rompían el silencio matinal. Más adelante me encontré con un grupo sorprendentemente grande de abubillas: conté cerca de una docena, más de las que recuerdo haber visto juntas en un mismo sitio.






La abundancia de juveniles fue prueba de una temporada reproductiva exitosa, sin duda favorecida por las abundantes lluvias primaverales. Entre ellos, se encontraban jóvenes somormujos lavancos flotando cerca de la orilla, y a pocos metros de donde yo estaba, dos jóvenes papamoscas grises siendo alimentados con ternura: una de esas escenas íntimas que hacen que la observación de aves sea tan gratificante.




Como si fuera poco, aparecieron de repente 20 flamencos comunes, cuyas siluetas rosadas pusieron un toque de color al paisaje. También se dejaron ver algunos alcaravanes y varios abejarucos, mientras que los verderones y jilgueros ponían de fondo su alegre y familiar canturreo.


Cuando el calor ya se volvió insoportable, yo ya estaba más que satisfecho con las observaciones del día. Esta corta salida matinal había valido totalmente la pena: un recordatorio de que incluso en pleno verano, con el momento adecuado, el embalse de Bornos aún guarda muchas sorpresas.


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