Esta semana tuve la oportunidad de visitar varias veces una laguna en el norte de la provincia de Cádiz y cada vez me ofrecía algo nuevo. El motivo de estas repetidas visitas era simple: el nivel del agua era el más alto que jamás había visto, creando un ambiente lleno de oportunidades fotográficas. Es raro encontrar un lugar tan transformado por las lluvias de invierno y, como la estación aún no ha terminado, el paisaje parece más bien un anuncio anticipado de la primavera. Los campos ya están repletos de colores brillantes, los pájaros han empezado a cantar con energía renovada y las suaves temperaturas bajo un cielo casi sin nubes hacían que cada visita fuera aún más agradable.

Desde el hide de madera con vista a la laguna, tuve una vista panorámica del agua y de las numerosas aves aprovechándola. Cerca de la estructura, observé varias especies alimentándose activamente en las aguas poco profundas. Entre ellas, había docenas de bisbitas pratenses y lavanderas blancas, en constante movimiento, así como las llamativas cigüeñuelas comunes. Uno de los avistamientos más emocionantes fue una gran cantidad de moritos, con sus plumas oscuras e iridiscentes brillando a la luz del sol. Pero lo que realmente llamó la atención fue la presencia de una cincuentena de agachadizas comunes, una especie que a menudo puede ser difícil de detectar debido a su plumaje camuflado y su naturaleza reservada. Ver un grupo tan grande junto fue un momento inesperado.








Otra presencia dominante en la laguna era el aguilucho lagunero. Estas aves rapaces parecen reinar sobre los humedales, y su mera presencia es suficiente para que las bandadas de aves se dispersen con pánico. Una y otra vez vi cómo las agachadizas comunes y otras aves acuáticas despegaban en grupo al ver un aguilucho deslizándose bajo sobre los juncos. Sin embargo, no todas las aves se dejaron intimidar. Algunos, en una audaz demostración de desafío, intentaron ahuyentar a las rapaces. Siempre es fascinante observar estas interacciones, un recordatorio de que incluso en la naturaleza, la jerarquía se pone a prueba constantemente.








Aunque a menudo son esquivos, tuve la suerte de ver una gran bandada de alcaravanes. Estas aves tienen la costumbre de mimetizarse perfectamente con el entorno, lo que hace que sea difícil localizarlas. Pero su presencia en tal cantidad era inconfundible y logré tomar algunas fotos de ellas antes de que desaparecieran nuevamente en el paisaje.



Donde hay agua, hay vida en abundancia. Los insectos estaban por todas partes, proporcionando una fuente esencial de alimento para muchas especies. Las lavanderas blancas surcaban el aire en busca de pequeños insectos voladores, mientras numerosos mosquiteros comunes y pardillos revoloteaban entre los juncos y arbustos. Una especie que destacó por su gran cantidad fue el buitrón, cuyos característicos cantos llenaban el aire mientras se movía inquietamente sobre la vegetación.




Tal vez uno de los encuentros más memorables de la semana fue con un pequeño grupo de zampullines cuellinegros. Estas aves son notoriamente cautelosas y tienden a mantenerse a distancia, por lo que tuve que acercarme con precaución para no molestarlas. Su llamativo plumaje, junto con sus ojos rojos, los convertían en una vista cautivadora contra el agua brillante. Verlos sumergirse y resurgir fue un momento espectacular.


Con tanta vida concentrada en un solo lugar, cada visita a la laguna era una experiencia gratificante. La combinación del alto nivel del agua, abundancia de alimentos y el cambio gradual hacia la primavera ha creado un entorno donde las aves prosperan. Es un recordatorio de lo dinámicos que pueden ser estos humedales, que cambian con las estaciones y ofrecen nuevas sorpresas con cada visita.







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